-Ian –
exclamó por tercera vez, más fuerte y más claro que las dos anteriores, al
separar nuestros labios, y entonces vino lo peor.
Ante la mención de mi
nombre, algo pareció golpearlo nuevamente por dentro, algo terriblemente
doloroso, pues comenzó a gritar de forma desesperada y suplicante. El pánico me
invadió por completo, y caí al suelo junto con él, sin moverme, y creo que a
esas alturas había olvidado como respirar. Me tomo un par de segundos
reaccionar, pues me encontraba terriblemente asustado, sudando, pero no podía
dejar a Franco así, no después de haberlo recuperado. La impaciencia de
apoderaba de mí, mientras sujetaba a Franco y trataba de mantenerlo quieto.
Tranquilo – le decía – tranquilo, no me dejes ahora Franco, no ahora, no
después de esto. Le rogaba, suplicaba, entre lágrimas de rabia y dolor. ¡Ayuda!
Gritaba con todas mis fuerzas, pues era incapaz de levantarme, no con Franco
retorciéndose entre mi abrazo, no podía dejarlo ahí e ir por ayuda, no podía
dejarlo sufrir, no como la vez anterior.
Por suerte, Matías y
Nicole habían salido a buscarnos, pues aparentemente fue un gran rato el que
nos ausentamos. Cuando me vieron de rodillas en el suelo, con Franco en su
regazo, llamaron de inmediato a la ambulancia, mientras les avisaban a los
demás. De un momento a otro noté como le tomaban, arrancándolo de mí,
colocándolo sobre una camilla; al menos ahora ya no gritaba, pero de alguna
forma había comenzado a sangrar, a descomponerse, tal como aquella vez. Luché contra lo que sentí eran cientos de brazos,
solo para poder estar a su lado, pero la voz de Alex me paralizó en un segundo:
ya has herido a Franco lo suficiente,
Ian, solo déjalo en paz. Y era verdad, Ya había causado mucho daño en su
vida como para tratar de entrar en ella una vez más; simplemente era algo que
no merecía.
Cuando ocurrió aquel evento, el doctor nos había
explicado que la recuperación de la memoria de Franco no sería un proceso
simple ni corto, y podría tardar incluso años, eso si es que llegaba sus recuerdos totalmente. Sólo nos pidió que le
diéramos tiempo al tiempo, y no forzáramos nada, pues con el tiempo, todo
volvería paulatinamente, a su lugar de origen. Y así fue, sin embargo, había
una pieza en el rompecabezas de la vida de Franco que nunca encontró la forma
de regresar, tal vez por el fuerte deseo de él por olvidar, o quizás porque
simplemente aquella pieza no hacía más que arruinar el rompecabezas entero,
simplemente porque no encajaba en él; nunca había estado
destinada a encajar. Ahora, nuevamente en el hospital, se había confirmado el
consejo del doctor, de no forzar nada en Franco, ni siquiera en la más mínima
forma. Y yo, ingenuamente, le había provisto la ocasión especial para que su
memoria decidiera jugarle una mala pasada, o un recordatorio de porque las cosas
estaban así en primer lugar. El haber visto a Franco nuevamente en la playa me
encandiló, y si hubiera sido más fuerte o más consciente, habría previsto el
daño que le he causado ahora. Por suerte, el doctor dice que solo fue
momentáneo, y era improbable que ocurriera otra vez, pero antes de que pudiera
sentir alivio, el médico pidió un par de minutos conmigo a solas.
-
Ian, puedo notar, que a pesar de
todos estos años, no has podido a sacar a Franco de tu cabeza ni de tu corazón,
a pesar de que él sí lo hizo contigo.
Sus palabras me impactaron en lo
profundo, no por lo duras, si no por lo verdaderas que eran, y por lo terrible
que deseé que todo esto fuera un mal sueño.
-
La reacción de Franco se debió
principalmente a un momento de debilidad, en que se encontraba en total calma…
cerca del causante de su colapso en primera instancia – indicó, mirándome
tristemente, pero hablando con firmeza, pues no podía disfrazar la realidad
para hacerla menos cruda – Su cerebro no se ha recuperado al cien por ciento, y
es difícil, como te dije un tiempo atrás, de que algún día se encuentre en
perfectas condiciones.
Asentí
lentamente, tratando de mantener la mirada, su mirada, que anunciaba una mala
noticia.
-
Al reconocerte a ti, su cerebro
se mantuvo estable durante un par de segundos, pero se descompensó tan rápido
que apenas le dio tiempo a Franco de producir algunas palabras, como tú lo
mencionaste – agregó, mientras su voz sonaba en mi cabeza una y otra vez: Ian, Ian, … Ian - Ahora bien, esta realización activó la parte
de su cerebro que sufrió gran parte del daño, por ende, el tratar de hacer
funcionar aquella sección otra vez le costó un gran trabajo mental, lo que
desencadenó en una migraña terrible, ocasionando luego un colapso nervioso.
Aunque
le prestaba atención al doctor, toda su explicación se resumía en una sola cosa
para mí: dolor.
-
Ian, ¿entiendes ahora porque les pedí,
especialmente a ti, que no forzaran nada para que Franco lograse recuperarse? –
preguntó con tono paternal, tratando de hacerme entender en vez de regañarme –
Cuando Franco atentó contra su vida, lo hizo con un solo objetivo: liberarte de tu sufrimiento y eso te
consta. Afortunadamente, no logró su cometido pues tu lo encontraste a tiempo,
pero, de alguna forma, al recuperarse, su cerebro suprimió toda clase de
recuerdo que te involucrase, para que Franco no volviera a intentar suicidarse
otra vez. Sé que suena difícil de creer, pero como te explique aquella vez, su
instinto primó sobre sus sentimientos, pues el ser humano no es suicida por
naturaleza. Pero Ian, de cualquier manera, esto es de lo que yo temía tanto que
ocurriese. Franco no puede pasar por esto otra vez, porque su vida se
consumiría poco a poco, y eminentemente, su cerebro no funcionará ni a la mitad
de su capacidad de ahora, y eso tampoco es mucho decir. Ian… lamento decir
esto, pero no puedes ver a Franco nunca más.
Eso fue todo, las palabras de mi
sentencia.
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