miércoles, 30 de enero de 2013

Tiempo al Olvido (Parte II)


-Ian – exclamó por tercera vez, más fuerte y más claro que las dos anteriores, al separar nuestros labios, y entonces vino lo peor.

      Ante la mención de mi nombre, algo pareció golpearlo nuevamente por dentro, algo terriblemente doloroso, pues comenzó a gritar de forma desesperada y suplicante. El pánico me invadió por completo, y caí al suelo junto con él, sin moverme, y creo que a esas alturas había olvidado como respirar. Me tomo un par de segundos reaccionar, pues me encontraba terriblemente asustado, sudando, pero no podía dejar a Franco así, no después de haberlo recuperado. La impaciencia de apoderaba de mí, mientras sujetaba a Franco y trataba de mantenerlo quieto. Tranquilo – le decía – tranquilo, no me dejes ahora Franco, no ahora, no después de esto. Le rogaba, suplicaba, entre lágrimas de rabia y dolor. ¡Ayuda! Gritaba con todas mis fuerzas, pues era incapaz de levantarme, no con Franco retorciéndose entre mi abrazo, no podía dejarlo ahí e ir por ayuda, no podía dejarlo sufrir, no como la vez anterior.

      Por suerte, Matías y Nicole habían salido a buscarnos, pues aparentemente fue un gran rato el que nos ausentamos. Cuando me vieron de rodillas en el suelo, con Franco en su regazo, llamaron de inmediato a la ambulancia, mientras les avisaban a los demás. De un momento a otro noté como le tomaban, arrancándolo de mí, colocándolo sobre una camilla; al menos ahora ya no gritaba, pero de alguna forma había comenzado a sangrar, a descomponerse, tal como aquella vez. Luché contra lo que sentí eran cientos de brazos, solo para poder estar a su lado, pero la voz de Alex me paralizó en un segundo: ya has herido a Franco lo suficiente, Ian, solo déjalo en paz. Y era verdad, Ya había causado mucho daño en su vida como para tratar de entrar en ella una vez más; simplemente era algo que no merecía.

      Cuando ocurrió aquel evento, el doctor nos había explicado que la recuperación de la memoria de Franco no sería un proceso simple ni corto, y podría tardar incluso años, eso si es que llegaba sus recuerdos totalmente. Sólo nos pidió que le diéramos tiempo al tiempo, y no forzáramos nada, pues con el tiempo, todo volvería paulatinamente, a su lugar de origen. Y así fue, sin embargo, había una pieza en el rompecabezas de la vida de Franco que nunca encontró la forma de regresar, tal vez por el fuerte deseo de él por olvidar, o quizás porque simplemente aquella pieza no hacía más que arruinar el rompecabezas entero, simplemente porque no encajaba en él; nunca había estado destinada a encajar. Ahora, nuevamente en el hospital, se había confirmado el consejo del doctor, de no forzar nada en Franco, ni siquiera en la más mínima forma. Y yo, ingenuamente, le había provisto la ocasión especial para que su memoria decidiera jugarle una mala pasada, o un recordatorio de porque las cosas estaban así en primer lugar. El haber visto a Franco nuevamente en la playa me encandiló, y si hubiera sido más fuerte o más consciente, habría previsto el daño que le he causado ahora. Por suerte, el doctor dice que solo fue momentáneo, y era improbable que ocurriera otra vez, pero antes de que pudiera sentir alivio, el médico pidió un par de minutos conmigo a solas.

-          Ian, puedo notar, que a pesar de todos estos años, no has podido a sacar a Franco de tu cabeza ni de tu corazón, a pesar de que él lo hizo contigo.

Sus palabras me impactaron en lo profundo, no por lo duras, si no por lo verdaderas que eran, y por lo terrible que deseé que todo esto fuera un mal sueño.

-          La reacción de Franco se debió principalmente a un momento de debilidad, en que se encontraba en total calma… cerca del causante de su colapso en primera instancia – indicó, mirándome tristemente, pero hablando con firmeza, pues no podía disfrazar la realidad para hacerla menos cruda – Su cerebro no se ha recuperado al cien por ciento, y es difícil, como te dije un tiempo atrás, de que algún día se encuentre en perfectas condiciones.
                Asentí lentamente, tratando de mantener la mirada, su mirada, que anunciaba una mala noticia.
-          Al reconocerte a ti, su cerebro se mantuvo estable durante un par de segundos, pero se descompensó tan rápido que apenas le dio tiempo a Franco de producir algunas palabras, como tú lo mencionaste – agregó, mientras su voz sonaba en mi cabeza una y otra vez: Ian, Ian, … Ian  - Ahora bien, esta realización activó la parte de su cerebro que sufrió gran parte del daño, por ende, el tratar de hacer funcionar aquella sección otra vez le costó un gran trabajo mental, lo que desencadenó en una migraña terrible, ocasionando luego un colapso nervioso.
                Aunque le prestaba atención al doctor, toda su explicación se resumía en una sola cosa para mí:              dolor.
-           Ian, ¿entiendes ahora porque les pedí, especialmente a ti, que no forzaran nada para que Franco lograse recuperarse? – preguntó con tono paternal, tratando de hacerme entender en vez de regañarme – Cuando Franco atentó contra su vida, lo hizo con un solo objetivo: liberarte de tu sufrimiento y eso te consta. Afortunadamente, no logró su cometido pues tu lo encontraste a tiempo, pero, de alguna forma, al recuperarse, su cerebro suprimió toda clase de recuerdo que te involucrase, para que Franco no volviera a intentar suicidarse otra vez. Sé que suena difícil de creer, pero como te explique aquella vez, su instinto primó sobre sus sentimientos, pues el ser humano no es suicida por naturaleza. Pero Ian, de cualquier manera, esto es de lo que yo temía tanto que ocurriese. Franco no puede pasar por esto otra vez, porque su vida se consumiría poco a poco, y eminentemente, su cerebro no funcionará ni a la mitad de su capacidad de ahora, y eso tampoco es mucho decir. Ian… lamento decir esto, pero no puedes ver a Franco nunca más.

Eso fue todo, las palabras de mi sentencia.



     



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