domingo, 13 de noviembre de 2011

Confesiones en una canción a medio tocar

Recuerdo aquella mañana perfectamente, pues el dolor es algo imposible de borrar del alma, puedes sentirlo en menor cantidad, incluso pensar que nunca existió, pero siempre esa estaca estará ahí, y en el momento en que nos atrape solitarios, no dudará en clavarse cada vez más profunda.
Había decidido entonces levantarme algo más temprano que de costumbre, puesto que necesitaba aclarar mis pensamientos, mi mente, mis sentimientos. Mi hermano me oyó bajar las escaleras y preguntó a donde iba, a lo que le respondí que a dar un paseo al parque; sólo dijo que me cuidara. Al salir de casa, el viento apenas tibio me acarició el rostro, casi con intenciones de presagiar lo que vendría unas horas tardes, cuando ingenuamente creí que algo bueno saldría de todo esto, - ni que estuviera en una película – pensé; si hubiera sido así, tu estarías aquí conmigo en estos momentos...

sábado, 5 de noviembre de 2011

Oda a tu ausencia flagrante

Aquella simple memoria,
el recuerdo frio de aquel
doloroso verano,
puedo incluso ver las palabras
que me hundieron sin piedad
puedo, aún, tocar aquel viento
la brisa eterna que me ha hecho
soñar.

Olas serenas teñidas de rojo
Intenso color de pesado pasado
Oscura luz de cálida añoranza
De tibias manos, de penoso
Andar.
Dejé atrás los lamentos,
Los orgullos furiosos del
Deja-vú de ayer
Las camelias marchitas
Que han vuelto a renacer
Y el agua bendita
Que recorre su piel

Espejos crueles de
Sensible realidad, no detengáis
Mi puño, o mi mano al alzar
Rompedse mil veces , y dos mil
Volved a ser, engaño seguro
Del alma, puertas cerradas al amanecer.

Cuanto quisiera, justo
Hace 3 segundos más
Desear el retorno
De aquellos días,
Segundos que se fueron
Con el mar.

Tormentosa alegría, de irónicas tentativas, nubes claras que disipan la oscura del no saber niebla, de las claras huellas que tu aroma ha dejado, de aquellas tiernas ideas bellas, que solo a ti te han de invadir.

Descalzo el ingenuo que aún en el amor cree, su camino doloroso será,
Procurará siempre pisar espinas,
Cortar claveles de dulce toxina, incontenibles gotas de esencia
Vespertina.
La mitad del cuarto
Ha de ser un cuarto de la magnitud
Del terrible descenso
De aquel amor sin sentido
Que latía junto a mi oído
En un sinfín de compás-ión.

Imagina que todos un día imaginaremos, la fuente del poder de la vida, que se nos agota sin remedio, se acaba el tiempo y la tempestad lucha, por llegar a la costa,
Mas no hay más, escucha:
El corazón herido que
Pide perdón, hallará su
Paz al dorso de la razón.

Ignora el sentimiento de triste inspiración,
Y acoge el pensamiento de un dulce estupor, solo entonces, quedará a tu merced, y los mil libros y palabras, versos poemas
Y hablas,
Tallados en piel, manos y espalda,
 Tu nombre celestial, inmortal
Deseoso de ser inagotable recurso,
Fuente del manantial, victorioso caballero reflejado
A su pesado
Pasar.

Prólogo ~

Los fuegos artificiales se alzaban en lo alto de la noche, iluminando la oscuridad de mi rostro y de la calle entera, el viento impasible no detenía su andar, sino que se limitaba a estar ahí, ya que nadie sentía el frío que traía consigo, todos preocupados por abrazar a la persona que tuvieran más próxima, después de todo, habían muchas expectativas para el año que se acercaba. La comunidad parecía sumergida en una especie de éxtasis, el ansias de una nueva etapa parecía suficiente para emocionar a cualquiera, pero cada quien guardaba aún cierto recelo, tal vez arrepentidos de los tiempos anteriores, o simplemente porque tendrían otra oportunidad para hacer las paces con quienes estuviesen enemistados, o de seguir aumentando esa cizaña. Cualquiera que los viese diría que solo están expectantes, pero eso depende del punto de vista, porque para mí, a estas alturas, puedo dar cuenta de muchas cosas que antes daba por sabidas.
Y es que la vida se había encargado de enseñarme que nadie escapa a sus designios, que ni el mejor de los apóstoles podría evitar lo venidero, aún cuando esto mismo podría eventualmente cambiar, ya que nada escrito está, aunque los bosquejos se encuentran trazados. Me veía a mi mismo huyendo del desierto, atravesándolo a pies descalzos, corriendo con toda la fuerza que mi vitalidad me lo permitía, pero siempre en cámara lenta, como si así se me quisiera recordar que en verdad nunca tuve la oportunidad de ser feliz; observaba jinetes pasar firmes sobre sus caballos, dando la impresión de que éstos no los dejarían caer, ni los primeros de soltarse. Era la voluntad de aquellos que pueden confiar en otro, de los que saben que sin el otro no hay sentido en su carrera, de los que creen firmemente en la existencia complementada, en los que sin la mitad indicada, la sangre no latirá de la misma manera.
La dirección que ahora el viento tomaba era contraria, y nadie reparaba en aquellos minúsculos cambios, todos inmersos en el aura de la celebración colectiva, tal vez lo bastante cálidos como para notar que la temperatura decrecía conforme avanzaba la hora, y claro, tal vez ni yo lo notaría, de no ser por aquel suceso.
No necesitaba sino pensar en su nombre para recordarlo todo, era increíble, nunca tuve una memoria de admiración como algún catedrático contingente, pero mi consciencia, tal vez a diversión o lástima suya, registró exactamente todos y cada uno de los momentos que pase a su lado, los que sufrí por no estarlo, y las más tiernas confesiones que más de una vez oí escapar de sus labios, sus labios, sus comisuras suaves, su tierna textura, sus siempre coloridos labios, el elixir que me abrió paso ante su timidez, las puertas ante tal magnificente obra, tantas veces se lo dije que nunca sabré si terminó por creerlo, o de pura repetición asintió ante mis alabanzas, tal vez por el simple hecho de no pelear, y en eso creo que fue infinitamente más sabio y acertado que yo, nunca buscó una pelea sin un buen motivo, o ni siquiera eso, recuerdo que nuestras discusiones eran tan variadas, tan existenciales y a la vez tan magníficas, que en verdad era un privilegio opinar algo en su contra, me encantaba su forma de rebatir, su manera de hacerme callar, y que su mejor argumento era atacar mi propia debilidad, su mejor defensa fue la que me permitió abrir su corazón, un beso suyo valía más que una tesis completa.
  Recuerdo su mirada de miel, sus ojos eran lo más extraordinario, pues no bien en la mañana eran grises, hacía el medio día se tornaban de un verde esmeralda precioso, y siempre al atardecer eran claros, del color de la puesta de sol; cuantas veces solo le miré en vez de comentar la caída del astro, pues en sus pupilas veía mi universo entero, nuestro universo. Acude a mi memoria también el año anterior, en esta misma fecha, en este mismo lugar, nuestra cuarta cita, si es que le cabía el nombre, pues ya todos nos daban por pareja, cuando despegó la primera luz desde el suelo, él, que se encontraba distraído recostado en mi hombro, tomó mi mano, como lo habíamos hecho otras veces, y susurró: por favor, no me sueltes nunca. Nunca, en mi vida entera, incluso ahora, mi corazón latió con tanta fuerza como en ese momento. Su declaración, sincera en demasía, fue la que dio inicio a nuestra relación, nunca le pregunté por qué dijo eso, nunca se me ocurrió obtener su razón, pues la vergüenza le cubría totalmente, solo di por asumido que pensó hablar para sí mismo, y sus deseos de que aquello ocurriese le hicieron formular las palabras en forma verbal. Incluso, levantó su cabeza, extrañado, y me miró, la luz se dibujaba en su rostro, no era la luz de la luna, no lo era la de los artificios, era su propia luminosidad, era él, solo él. No pude sino robarle el beso que con ansías esperaba detrás de nuestros labios, aquel que ninguno se había atrevido hasta el momento; no tuvimos que formular palabra alguna, ninguna formalización, petición o esclarecimiento, aquel encuentro fue el punto de partida de nuestro noviazgo, ambos lo sabíamos, y no hubo necesidad de explicárselo al otro.
Sí, mi mente traicionera me hace evocar estas memorias, para darme cuenta lo tonto que fui las últimas semanas, para hacerme entender que hay cosas más importantes que discutir por el color de la habitación; la fugacidad del tiempo no hace excepciones, menos cuando crees que nunca jugará en tu contra. Pero claro, ni la melancolía es mi amiga ahora, me invade una profunda insensibilidad y frialdad, que quema bien estuviera en el mismísimo infierno, mis latidos claman por liberar el dolor que podría sanar mi alma, presa de sentimientos encarcelados, no porque los haya dejado así, no porque el remordimiento me destruye por dentro, sino por el simple hecho de no desear que esto pase, la aceptación o resignación no es algo que pueda tolerar, no podría, no, descanso no podría encontrar, ni entregar mi culpa o sufrimiento, porque son míos, tal vez esté equivocado, pero no veo más camino que uno apenas tenue. Permití mucho y los resultados han quedado a la vista, el azar no comprende de amores ni deseos, de expectativas, de un futuro junto a otro, de felicidad, no sabe, no tiene idea. Los dados son lanzados día a día, y la probabilidad de que no seas tú el afectado es de uno contra cien, la lección que muy tarde comprendí.
Ni siquiera soy capaz de culparle por dejarme, la ira no me ha invadido, aún, todo es tan reciente que desconozco si he asimilado la situación en forma total…
la noche se alinea de igual forma que hace un año atrás, solo que ahora una neófita luz se ha añadido a la misma, y mis latidos saben bien de quien se trata.

Ian, ¿cómo seguir viviendo, teniendo la certeza de que al partir, ya no serás capaz de regresar?