De pronto, le vi entrar, con su larga
cabellera y sus cautivantes ojos pardos y sus pisadas seguras de color marrón.
Algo se agitaba en el aire cada vez que volteaba, creo recordar nuestras
miradas cruzándose, mientras la mía le hablaba a gritos ahogados, le rogaba por
su fuertes brazos o sus caricias compasivas. Era dueño de todo lo que podrías
pedir en un caballero, y aún más. Su sonrisa, simplemente, era más brillante
que el sol a mediodía.
Mi vida empezaba y acaba en él, si alguna
vez el mundo me sujetaba, ya ni mis propios pies lo harían; me cuesta trabajo
escribir estas líneas, dado que cada una de ellas me aleja más de él. Me la
paso escribiendo y escribiendo, mis amigos me dicen que confiese, que no guarde
la pintura de mi alma deshojándose cada vez que su mano atraviesa otras ajenas,
de mayor suavidad que las mías, y delicadas maneras.
Suena estúpido, pero así es, soy el típico
chico que se enamora de otro que nunca le ha de corresponder, mas no por su
novia, ya que en sus ojos, su dulce mirada, puedo notar una batalla por ser
quien realmente es, y no quien le han enseñado a ser. As, él, en vez de guiarse
en la obvia dirección, sus pupilas se desvían accidentalmente hacia otras, unas
más grandes, protegidas por un par de espejos dobles.
Néstor ama a otro hombre, y él lo sabe,
incluso Sabrina, su novia, quien en vano intenta sujeta el alma de su amado y
salvarlo de las garras de la desolación, de la soledad, del dolor.
Él es mi vida, y aún así, no se da por
aludido, pues ama, no sabe cómo, pero ama. Ama con intensidad, ama como nunca
antes lo hizo; ama cuando llora y cuando se obliga a no hacerlo. Amar sería lo
último que dejaría de hacer. Puedo percibirlo, pues cada cosa le recuerda al
chico que en su corazón habita. Sabe que a las clases de gramática, llega
tarde; sabe que le gusta leer que le
fascina escribir, pero no gusta de participar en clase, sabe que debe viajar
menos de una hora para llegar a su casa, y sabe mucho más. Pero lo único que
desconoce, y lo que más le molesta ignorar, es si su amor es correspondido.
Juro por Dios que sería capaz de cualquier cosa por tenerlo cerca, y cuando se
sienta cerca suyo en clases, no puede evitar sino mirarle, observarle
profundamente, tratando de adivinar sus pensamientos, cada dos, cada tres
minutos, pretendiendo buscar algo más allá del aire que fluye, a través del
espacio. Y se esfuerza, tanto se esfuerza en acercarse a menos de 10
centímetros a su lado, pero el coraje no le da para tanto y mientras Gonzalo ríe
por alguna broma que ha escuchado, Néstor se voltea derrotado nuevamente,
pensando: la próxima vez será.
Pero Néstor sabe que la próxima vez no
sucederá, ni la que viene, y se culpa y se castiga por sufrir sin propósito, y
nuevamente llora porque ama, ama como nunca antes amó.
¿Y yo? Yo también amo, y me doy cuenta
que Néstor igual, pues nuestras actitudes nos delatan, como alguien que te persigue
sin que lo sepas, pero las huellas no has borrado y entonces, con precaución,
se puede leer lo que has estado haciendo.
Néstor entró a la biblioteca, con aquella
chica extranjera, Virginia, hablando quizás de alguna trivialidad inglesa. Por
mi parte, le pedí a dos compañeros que me acompañaran, pues no quería entrar
solo, y ahí estaba, frente a la pantalla, sin la chica, fortuna para mi, y me
senté a su derecha, fingiendo navegar en alguna página, mientras nervioso me
debatía entre saludarlo, o preguntarle algo, cuando se levantó y subió al
segundo nivel, al llamado de su nombre. Me levanté en el acto, indicándole a mi
compañera que subiría y comencé a caminar abruptamente, paseándome en busca de Néstor,
quien se encontraba mirando en mi dirección, por lo cual debí esconderme un
buen rato, y cuando bajé, ya se había ido. Otra oportunidad desperdiciada.
Una pequeña lágrima asoma bajo mi ojo
izquierdo, mas, yo la borro, ¿por qué llorar= Lo amo, no lo niego, pero una
pequeña tristeza líquida es algo que no me puedo permitir. En eso se acerca
Margareth, abrazándome por la espalda – No llores, bonito – dice – hay mejores
que el – me consuela; pero yo sé que no, y si los hay, que se vayan al diablo.
La biblioteca me parece tan aborrecible que decido marcharme, salgo, camino,
tropiezo, caigo.
La eternidad del pasto me parece
extraordinaria, junto al pavimento dan la ilusión de pareja perfecta, siendo
que quizás les tocó permanecer en esa posición mientras los demás pasan y se
van, pasan y se van.
Desde aquí abajo veo a las hormigas, y
como cada una de ellas soporta su propio peso sin tomarse la molestia de
llorar, no les gusta molestar a la otra y sin embargo no pueden vivir por sí
solas, la compañía es algo fundamental en su existencia, al igual que en la
mía. Sin Néstor, no soy nada, aún cuando no sea a mí a quien su corazón llama o
sus ojos mueren por ver. ¿Qué haces, qué te paso? – Escucho a alguien de pie, a
mi lado – Cállate y sigue ti viaje – pienso, pero no logro verbalizar ninguna
palabra. Néstor, Néstor, ¿dónde estás? Néstor, te alejas, ni tu silueta me
consuela ya.