sábado, 17 de noviembre de 2012

Nothingness


Había días en los que deseaba ser como ellos, tener esa facilidad de perderme en la multitud y camuflarme sin más, sin pensar, reflexionar, tomar precauciones. Simplemente, dejar ser. Deseaba tener esa habilidad de hablarle a quien quisiera por el simple hecho de querer, deseaba liberarme de mis miedos y angustias, deseaba, deseaba, pero nada pasaba. Asimismo, había otros días en que me gustaba mi soledad, y la apreciaba de sobremanera, me hacía creer que el ser introvertido me traía más pros que contras, y que también me hacía una mejor y más profunda persona. Pero entonces después notaba que no me encontraba en ninguna de las categorías anteriores.  No podía clasificarme porque ni siquiera yo sabía a ciencia cierta quién o qué era. Darme cuenta de mi posición frente al mundo no era tarea fácil: pensaba mucho y decía poco, sentía en demasía y sufría el doble. Intentaba ser yo mismo dentro de un universo paralelo, y cada acción parecía tan irracional al momento de ejecutarla, que ya no sabía si vivía de la esperanza o de la resignación. Los momentos de alegrías eran más fugaces que una estrella surcando el espacio a velocidad luz. Entonces, la melancolía volvía (no es que alguna vez se hubiera ido) sino que volvía a ocupar el mayor espacio en mi mente, alma y corazón. Luego aprendería que sería mejor aprender a convivir con ella en lugar de tratar de alejarla. Habías días en que incluso me alegraba el no poder sonreír.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Put Me In A Movie


                Me resulta increíble pensar que todo pasa por una simple taza de chocolate caliente. No lo hubiera imaginado. Aquella mañana me había levantado decidido a escapar de ese lugar que me provocaba claustrofobia, pero nunca cruzó mi mente el encontrar a tan magnífico personaje con quien me tiendo ahora sobre la nada y el todo. Tus ojos, dos maravillas poli cromáticas que combinaban con tu chaqueta gris y esos jeans gastados y apretados que marcaban tu casi anoréxica figura. Iluso, sentado en una solitaria mesa al costado izquierdo de un café literario, divisé tu silueta entrando por el fondo del parque, junto a esa pequeña laguna frente a la cual decidí sentarme. Justamente esa tarde, un grupo de ancianos decidió realizar una competencia de veleros, tal como en Stuart Little, mientras los niños, presurosos y alegres, jugueteaban por los alrededores, en busca de la mejor posición para mirar. Y mientras yo me concentraba en eso, una áspera y profunda voz rompió mi calma, moviendo la silla frente a mí. – Hola – dijo, sonriente - ¿esperas a alguien? Volteé mi cabeza lentamente; le había visto venir, mas no acercarse, por lo que me sobresalté, le miré un par de segundos y contesté instintivamente: No, no, llévate la silla si quieres – y acto seguido, proseguí a girar nuevamente la mirada para ver la competencia, cuando su voz nuevamente irrumpió el silencio. Esta vez rió – Pues… la verdad yo preguntaba para sentarme… contigo. Entonces, mi corazón despego a una velocidad increíble, y mis mejillas se tornaron rojas en un tiempo aún más inverosímil; ¡Vamos! Que un extraño se te acerque tan galante no es algo que pase todos los días. Abrí la boca para responder, pero no pude sino tartamudear un par de silabas, entonces él me miró algo contrariado y dijo: Si es que te molesta, no hace falta que… - No, no es eso – logré articular – Claro que no, por favor, toma… toma asiento.
                El viento seguía soplando levemente, casi susurrando, y los demás caminaban a gusto; no hacía calor ni frío, era perfecto. El sol aún luchaba por mantenerse en lo alto, pero poco a poco comenzó a perder sus fuerzas y caer, caer, caer. El agua se mecía sin ritmo ni compás, mientras las hojas se deslizaban en un vaivén majestuoso, posándose en diferentes caminos, dándole al lugar un toque otoñizo, en plena primavera. Una de las últimas hojas crujientes se lanzó del árbol más cercano y vino a parar en mi cabeza.
                Sin embargo, nada de esto había notado, pues este nuevo desconocido, mientras se disponía a tenderse en la silla, sonrió discretamente, dejándome entrever una latente simpatía. Entonces, al levantar la cabeza, le vi formular una oración, sin reparar en lo que recién había expresado, pues sus ojos me cautivaron. Eran de un marrón normal, y aún así preciosos, había algo en ellos que lo hacían único. Quizás el reflejo del agua, quizás el reflejo de su alma, o quizás el reflejo de su corazón.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Sinceridad


Las sombras quedan y el tiempo continúa su curso a velocidad luz, dejando de lado a todo aquel que crea ganarle en la carrera de la fugacidad. Si fuera tan fácil como hacer un avión de papel, tal vez aún estarías aquí… pero ya no saco nada con culparme, tu presencia aún me acechas, y eso creo que lo tienes bastante claro, sé exactamente también lo que me dirías: Danny, vamos, es solo un proceso, y claro, lo es, pero ¿era necesario que me dejases solo?

Conservo aquellos manuscritos que nos unieron aquella tarde en la biblioteca, y tengo la esperanza de terminarlos, ¿esperanza?, divertida palabra, paradójico es que siga usándola, creo haber renunciado a ella hace un par de semanas, cuando me clavó un invernal cuchillo por la espalda, aquella traicionera sensación en la cual confié mi futuro, y que ahora me ha dejado sin lo más preciado para mí. No puedo, no puedo Ian, no puedo encontrar la razón de porque tuviste que marchar de mi lado, me parece que mal no le hicimos a nadie, pero más que la razón, lo que más me duele fue la forma, cómo se es capaz de arrebatarle algo tan esencial a alguien; mis noches se han vuelto terriblemente solitarias, mucho más de lo que eran antes de conocerte, creo que ahora podrías llegar a comprender cuán bien hiciste en mi vida, pequeño, aunque nunca me cansé de repetírtelo, incluso creo que te agobió tanta responsabilidad, recuerdo que una vez me hiciste saber tu temor a hacer algo que me quisiera alejar de ti, ¡Irónico!, nunca lo quise si no al revés, en estos momentos más que nunca. La razón de mi cariño no podría expresarla ni siquiera Pitágoras, lo que me recuerda cuanto amabas las matemáticas, y tus adorables peleas con la profesora de matemáticas, pero quien te viera con un libro en tus manos, un nuevo universo por explorar, personajes que criticar o identificarte, y citarme tus párrafos favoritos en el parque de Las Tormentas, el primer lugar que presenció nuestras miradas encontrarse en forma inmediata y constante. El pedirte un lápiz no fue sino la excusa para poder mirar más de cerca esos camaleónicos ojos preciosos, de un azul suave en ese momento, que me transfirieron el deseo de volverte a ver, una vez más, fue todo lo que pedí, y mira cuanto logramos construir, pequeño, mira la tierra inmensa a mi alrededor, claro que, de seguro tú tienes un mundo entero ahora, pero te apuesto, bonito, a que no es ni la mitad de hermoso que el que poseo yo.

A días del año nuevo, cuanto desearía que estuvieras aquí, que para Navidad pudiera abrazarte y pensar que todo está bien, que nunca pasó nada, y que aquel disparo no fuera el desencadenante de mi sufrimiento e indiferencia. Tu regalo está guardado en la esquina derecha de tu cuarto, bajo la cama, sin saber que nunca llegará a ser usado, o abierto, o tocado siquiera, y mis lágrimas que caen sin colchón, golpeando la tierra como si quisieran que esta devolviese al causante de su caída. Ian, ¿es todo tan difícil para ti, como lo es para mí? No lo sé, no sé si lograré saberlo, lo desconozco, y ahora me declaro incompetente frente a tantas materias, no me atrevo a asegurar que te conocí tanto como llegué a pensar. Ian, dime por favor, ¿piensas en mí cuando el sol se ha ocultado?

domingo, 19 de agosto de 2012

Viajes paralelos...


De pronto, le vi entrar, con su larga cabellera y sus cautivantes ojos pardos y sus pisadas seguras de color marrón. Algo se agitaba en el aire cada vez que volteaba, creo recordar nuestras miradas cruzándose, mientras la mía le hablaba a gritos ahogados, le rogaba por su fuertes brazos o sus caricias compasivas. Era dueño de todo lo que podrías pedir en un caballero, y aún más. Su sonrisa, simplemente, era más brillante que el sol a mediodía.
Mi vida empezaba y acaba en él, si alguna vez el mundo me sujetaba, ya ni mis propios pies lo harían; me cuesta trabajo escribir estas líneas, dado que cada una de ellas me aleja más de él. Me la paso escribiendo y escribiendo, mis amigos me dicen que confiese, que no guarde la pintura de mi alma deshojándose cada vez que su mano atraviesa otras ajenas, de mayor suavidad que las mías, y delicadas maneras.
Suena estúpido, pero así es, soy el típico chico que se enamora de otro que nunca le ha de corresponder, mas no por su novia, ya que en sus ojos, su dulce mirada, puedo notar una batalla por ser quien realmente es, y no quien le han enseñado a ser. As, él, en vez de guiarse en la obvia dirección, sus pupilas se desvían accidentalmente hacia otras, unas más grandes, protegidas por un par de espejos dobles.
Néstor ama a otro hombre, y él lo sabe, incluso Sabrina, su novia, quien en vano intenta sujeta el alma de su amado y salvarlo de las garras de la desolación, de la soledad, del dolor.
Él es mi vida, y aún así, no se da por aludido, pues ama, no sabe cómo, pero ama. Ama con intensidad, ama como nunca antes lo hizo; ama cuando llora y cuando se obliga a no hacerlo. Amar sería lo último que dejaría de hacer. Puedo percibirlo, pues cada cosa le recuerda al chico que en su corazón habita. Sabe que a las clases de gramática, llega tarde; sabe que le gusta leer  que le fascina escribir, pero no gusta de participar en clase, sabe que debe viajar menos de una hora para llegar a su casa, y sabe mucho más. Pero lo único que desconoce, y lo que más le molesta ignorar, es si su amor es correspondido. Juro por Dios que sería capaz de cualquier cosa por tenerlo cerca, y cuando se sienta cerca suyo en clases, no puede evitar sino mirarle, observarle profundamente, tratando de adivinar sus pensamientos, cada dos, cada tres minutos, pretendiendo buscar algo más allá del aire que fluye, a través del espacio. Y se esfuerza, tanto se esfuerza en acercarse a menos de 10 centímetros a su lado, pero el coraje no le da para tanto y mientras Gonzalo ríe por alguna broma que ha escuchado, Néstor se voltea derrotado nuevamente, pensando: la  próxima vez será.
Pero Néstor sabe que la próxima vez no sucederá, ni la que viene, y se culpa y se castiga por sufrir sin propósito, y nuevamente llora porque ama, ama como nunca antes amó.
¿Y yo? Yo también amo, y me doy cuenta que Néstor igual, pues nuestras actitudes nos delatan, como alguien que te persigue sin que lo sepas, pero las huellas no has borrado y entonces, con precaución, se puede leer lo que has estado haciendo.
Néstor entró a la biblioteca, con aquella chica extranjera, Virginia, hablando quizás de alguna trivialidad inglesa. Por mi parte, le pedí a dos compañeros que me acompañaran, pues no quería entrar solo, y ahí estaba, frente a la pantalla, sin la chica, fortuna para mi, y me senté a su derecha, fingiendo navegar en alguna página, mientras nervioso me debatía entre saludarlo, o preguntarle algo, cuando se levantó y subió al segundo nivel, al llamado de su nombre. Me levanté en el acto, indicándole a mi compañera que subiría y comencé a caminar abruptamente, paseándome en busca de Néstor, quien se encontraba mirando en mi dirección, por lo cual debí esconderme un buen rato, y cuando bajé, ya se había ido. Otra oportunidad desperdiciada.
Una pequeña lágrima asoma bajo mi ojo izquierdo, mas, yo la borro, ¿por qué llorar= Lo amo, no lo niego, pero una pequeña tristeza líquida es algo que no me puedo permitir. En eso se acerca Margareth, abrazándome por la espalda – No llores, bonito – dice – hay mejores que el – me consuela; pero yo sé que no, y si los hay, que se vayan al diablo. La biblioteca me parece tan aborrecible que decido marcharme, salgo, camino, tropiezo, caigo.
La eternidad del pasto me parece extraordinaria, junto al pavimento dan la ilusión de pareja perfecta, siendo que quizás les tocó permanecer en esa posición mientras los demás pasan y se van, pasan y se van.
Desde aquí abajo veo a las hormigas, y como cada una de ellas soporta su propio peso sin tomarse la molestia de llorar, no les gusta molestar a la otra y sin embargo no pueden vivir por sí solas, la compañía es algo fundamental en su existencia, al igual que en la mía. Sin Néstor, no soy nada, aún cuando no sea a mí a quien su corazón llama o sus ojos mueren por ver. ¿Qué haces, qué te paso? – Escucho a alguien de pie, a mi lado – Cállate y sigue ti viaje – pienso, pero no logro verbalizar ninguna palabra. Néstor, Néstor, ¿dónde estás? Néstor, te alejas, ni tu silueta me consuela ya.

domingo, 12 de agosto de 2012

La importancia de llamarse Ernesto...

Pues, primero un pequeño mensarijillo.
Como estamos en Agosto, un mes bastante peculiar, las entradas podrían ser algo uneven (si, más de lo normal) pero bueno, además aprovecho de decir que el escrito que subo ahora lo escribí anoche, y como ando con un Taldo, lo subiré todo sin filtro, asi que ruego disfrutar la falta de creatividad quizás, me gustó como empece, pero bueno, estoy escribiendo otra cosirijilla pero esa será subida dentro de esta semana (Hopefully, tonight) :)
Por su atención, gracias

Pd: También puede publicitar el blog si lo desea, me hacen falta un par de opiniones :)
Pd (2): Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. #JustSaying


                Lentamente, inhalando y exhalando a un compás no establecido, me predispongo a responder al clamor de la noche. Algo me inquieta, de mi sueño he sido despertado abruptamente, sin aparente razón. Mas yo sé, lo presiento y lo intuyo, dentro de mí, se agita, crece, respira, crece, vive, crece. En una manera sutil de decirlo, creo que lo supe, inductivamente; no creo en el destino, pues trato de enfocarme en lo que se encuentra delante de mí, sin detenerme a observar las sombras y huellas que voy dejando en el camino. Y sin embargo, esta vez es algo que yo conozco. No, no es un deja-vu; es una energía superior, algo más que solo la casualidad, algo más que solo la predestinación. Incluso, siento que fuera más que si hubiera nacido solo para este momento, es un sentimiento que me atraviesa mucho más allá de los límites que alguna vez pude pensar. De pronto, el tiempo se ha detenido, puedo observar las pequeñas partículas de aire que levitan, iluminadas por un tierno y débil rayito de sol infiltrándose lentamente a través de la ventana, sin importarle el vidrio empañado ni la cortina sin lavar. Y así, me encuentro a mi mismo queriendo ser algo más, mucho más poderoso que yo y a la vez más libre. ¡Sálvame! – he gritado. Y tan rápido como me di cuenta, me tapé la boca con ambas manos, temiendo que mi grito pudiera llegar a su latente y poderoso corazón, que me intimida de tan solo pensar que mi pusilánime presencia ha comenzado a construir una morada en aquella gloriosa residencia olímpica. El temor me carcome las entrañas, siento como aquella gigantesca sombra trata de devorar mis preciadas esperanzas, mis preciadas, pequeñas e insignificantes esperanzas. ¿Es que acaso soy digno?

                Y luego aparece él, con aquel rostro redondeado por las más dulces manos, aquellos anteojos que se alzan frente a sus ojos de divertida y mezquina mirada. Hoy le oí decir que era divorciado. Aquella subliminal confesión no provocó efecto negativo alguno en mi persona; el hecho de imaginármelo alguna vez junto a alguien más compartiendo un café bajo la mirada de la senil Luna no desalentó mi corazón, así como tampoco lo envalentó. Y sin embargo, ahí me encontraba yo, mirándole. Su esencia, su silueta, su desplazamiento me habían captivado desde aquel primerísimo sábado en que le vi, vestido de traje negro y corbata a juego, unos zapatos de formalidad casi extrema, un corte a la vanguardia, y aquellos ojos traviesos y pacientes, preparados para otra exhibición de personas sin talento a las cuales él debía tratar de inculcar el amor por la lengua durante el transcurso de dos horas pedagógicas. Debo admitir que mi primera impresión fue la de un profesor-diva. He is a bitch – pensé. Por suerte, me equivoqué, aunque no me atrevería a admitir que totalmente. Mi sentido de la gravedad, la realidad y la espacialidad cambiaron de un momento a otro, lo veía todo tan lejos, de una forma tan cómoda que no me moleste en arreglar el aumento de mis lentes, sino hasta que él se acercó, con un pañuelo en mano tendido hacia mi dirección. – Clean your glasses – dijo. Yo solo asentí, tomé el objeto y realicé la limpieza tan rápido como pude, sonrojándome a más no poder. Th-thanks – fue todo lo que pude decir. Un débil agradecimiento respondido por una especial sonrisa.

                No me malinterpreten, no fue amor a primera vista. El amor es un tema bastante subjetivo, y eso mismo te entrega la seguridad para admitir cuando lo estás sintiendo y cuando no, en contraste con lo que las demás personas puedan opinar al respecto. Luego de aquel vergonzoso momento, uno por uno fue interrogando a los alumnos de la clase acerca de sus nombres, edades, estudios, vida personal, entre otros. Y respondían los demás,  algunos más tímidos que otros, pero casi nadie parecía capaz de hilvanar una sola frase. Nunca me sentí avergonzado de estar en aquel curso, pues la base del conocimiento se basa en la máxima de que nunca eres lo suficientemente bueno como para no fallar; yo lo sabía de sobra. A medida que se acercaba a mí, una leve agitación comenzó a desatarse en mi mente: parecía como si no quisiese llegar hasta donde me encontraba, quizás por mi apariencia física, o quizás porque simplemente no despierto aquel  “toque de simpatía” en la gente, en general. No soy un ser antipático, pero tampoco soy el elemento más adorable. Now you’re just wondering – me repetía a mi mismo – Don’t be stupid, it’s not like you’re special or something. Entre tanto me seguía repitiendo aquello, mis oídos se agudizaron a un punto en que solo podía reconocer los latidos de mi propio interior, y sus latidos, los cuales eran normales, no había rasgo de excitación que le produjera algún sobresalto. Entonces, yo me hallaba demasiado nervioso para mirarle a él mirando a los demás, y a la vez demasiado tímido para voltearme a mirar directamente a la persona que se estaba presentando. Un centenar de canciones, susurros y citas se cruzaron por mi mente mientras aquel que estaba a mi lado terminaba su discurso. Entonces, un leve puente de luz se alzo entre nuestras miradas, algo hubo aquel segundo que pude leer dentro de sí. Fue un segundo, un larguísimo segundo que me bastó. La música ceso, mi espíritu se alzó a la nada y al todo. Once segundos después, me encontraba respondiendo lo mismo que los demás. Su mirada no parecía llena de interés, sino de respeto y atención, hasta que pronuncié las palabras que quizás, el no pensó llegaría a escuchar aquel día: I study English Literature and Linguistics – dije. Entonces, su sonrisa se alzó unos tres cuartos de alegría y el tono se volvió más ameno. Nuevamente, no estoy hablando de amor, es solo que, es algo complicado de explicar en palabras. No estoy seguro si se trata de un sentimiento, solo puedo decir que, en aquel momento, pasé a ocupar un lugar importante en ese preciso lugar. Un puesto que, en ese entonces, no imaginé llegaría a cambiar mi vida en algún aspecto. A partir de aquel momento, no podía sino darle unas rápidas miradas de admiración, seguidas de rápidos pestañeos y vagos giros de cabeza tratando de no ser tan evidente, aunque eso requiere un gran arte y habilidad que yo nunca he sido capaz de desarrollar. Sense and Senbility, have you read it? – preguntó en tono jovial, quizás demasiado para mí. No, I haven’t – le respondí tímidamente. You need to – agregó, con la misma sonrisa que llama mi atención cada vez que la veo. No es que tenga habilidades psíquicas o extra-sensoriales, pero desde esa clase que presentía había algo más en él, solo sabía que existía. Quizás entonces luego aprendería que tan equivocado no estaba. Termina la clase y me dispongo a salir, reticente a abandonar aquel lugar, aunque por otro lado, estaba el otro chico que no quiero nombrar ni al que quería ver, y sin embargo había arreglado una cita con él. Sabes, la verdad es que no pareces querer salir, así que no te molestes – le diría yo unos minutos después, al darme cuenta de que su disposición no era la mejor. Aquella mañana abandoné la universidad con mi mente trabajando arduamente, solo había un nombre escrito, el cual no parecía dispuesto a ser desplazado tan fácilmente. Ernesto.

               Mi mente se encuentra confundida ya, he pensado en tantas cosas y todas diferentes que me resulta difícil ya encontrar coherencia entre lo que pienso y lo que escribo. Tal vez debería dejar volar la pluma por hoy, y visitar a Morfeo, y ¿por qué no? a mí  querido Ernesto.

viernes, 3 de agosto de 2012

Revelaciones (Pt. I)

Y así es como todo sigue. El tiempo ha seguido su curso y las hojas han seguido cayendo.  A pesar de haber entrado a clases, una especie de desorden en el universo ha cobrado forma y las cosas no parecen sino ir en una dirección, por no decir errónea, inusual. En lo que ha mi respecta, me encuentro aquí nuevamente hablando con él. ¿Por qué? Me pregunto. Si me miraras por fuera, tal vez notarias que soy un tipo distraído, pero seguro que la idea de que no hay un tipo profundo o más sensible dentro. Algunos dicen que el alma cobra vida a través de la escritura, y que la identidad del autor se va revelando poco a poco, pues yo dudo que alguien vaya a interesarse en mí.
                No pensé en volver a verte tan pronto. A veces me pregunto porque estoy tan fuera de lugar ¿Será necesario volver a los viejos hábitos? ¿Es acaso marcar una diferencia incluso si no todos la notan? Claro, una vez me dijeron que nadie esta supuesto a vivir a través o por los demás, y quizás eso es lo que debería poner en práctica. La renovación quizás no funcionaria, es difícil saberlo puesto la mayoría de las veces no estoy dispuesto a intentarlo; incluso a veces llega a ser mas complicado que eso ¿Sera cierto que nadie debería sufrir? Es difícil saberlo, aunque, si soy honesto, hay u montón de cosas que me complican la existencia.

martes, 10 de julio de 2012

Una lata al costado de un asiento trasero de un tren


Una vez escuché que al viajar, estás dejando una parte de ti atrás. Te embriagan tantas emociones a la vez que apenas puedes respirar. La realidad pierde su efecto gravitatorio, y los sueños y la libertad cobran fuerza, sin embargo es difícil elaborar una sonrisa, al menos para mí. Cada cicatriz vuelve a ese color rojo como si la herida fuera causada nuevamente; siendo que incluso la herida que llevo ahora ha sido creada e infectada con mis propias manos. Es, en verdad, como si amara el dolor. Como si yo fuera el dolor. Irónico. Quizás ya me acostumbré demasiado. Los minutos van pasando lentamente. Los segundos se esparcen en el suelo mientras yo cuento la cantidad de tinta que he derramado en los últimos seis mese. Difícil tarea.

                Y aquí voy otra vez. Esta sería la ¿quinta vez? No puedo contar ya. De vuelta a la casa de mis padres. En verdad, no sé que tanto les preocupa lo que haga o deje de hacer. Si apenas supieron el hijito que se gastaban, no la pensaron dos veces. La familia es lo primero, dijeron; pero al primer problema, cagó la familia. A la calle en dos minutos. Lo único que añoro son aquellos prados verdes, lejos de toda esta mierda de ciudad llena de imbéciles e imbecilidades.  Aquí soy libre, aquí puedo tocar las nubes, y pierdo el control en la forma menos nociva posible.

                Aún desconozco porque me llamaron. Supongo que en un par de horas lo sabré (la culpa, quizás). Ni siquiera tengo ánimo ahora para dormir, no puedo tomar ni fumar mientras dure el viaje. Ni motivación ni distracción tengo para soportar esto. Antes siquiera podía llamarlo. Antes, antes podía hacer tantas cosas. Antes, siempre antes, por la puta. Nunca le he podido apostar a un buen futuro, menos podré ahora. Esto ya va para el año, y ni siquiera borracho he podido olvidarlo. Es entones cuando no le veo el punto a nada en mi vida. Mírame, ni siquiera esta hueá de vicio me aleja de ti. ¡Mierda! ¿Por qué? Desaparece, ¡Ándate”!, ¡Muérete, hueón, muérete!

                ¿Qué hora es? Me tuvieron que dar un sedante, estaba comenzando a gritar como imbécil, repitiendo un solo nombre, un puto solo nombre. ¿Cuál? El tuyo, por supuesto. Aún me duele la cabeza, aunque supongo que eso es un efecto secundario. Vida cruel, vida cruel y miserable. Me da tanta risa y pena, risa y dolor, pena y angustia, dolor y angustia, dolor y pena, risa y angustia. Todo, todo. Ni siquiera llorar puedo. Me siento incómodo, raro. No puedo respirar. Mi cara se mueve por sí sola haciendo muecas extrañas. Mis ojos palpitan y mi corazón se acelera. Miro hacia la ventana y veo el sol incandescente a la lejanía. Las nubes se mueven lentamente y el paisaje vuela, vuela y yo lo alcanzo, lo alcanzo y vuelo…

                Me he despertado casi colgando del asiento, con mucho frío en el brazo izquierdo; levanto mi cabeza lentamente, con un leve dolor en la nuca. Seguro te pegaste, hueón – pienso. Está oscuro y no queda casi nadie en el tren. Mi única compañía a esta hora es un disco de “The Smiths”, el cual se repite una y otra vez. Entonces, comienzo a llorar. Mis manos tiemblan tímidamente, como si temieran que alguien las fuera a ver. Empiezo a susurrar tu nombre cada tres segundos. Luego de unos minutos, temo que mi lado psicótico se empiece a apoderar de mi otra vez, ahora. Me acurruco en la silla para tratar de dormir, aunque por efecto del narcótico, ya sueño no tengo. Desconozco lo que le hice a la vida, pero ella me ha hecho más de lo que puedo soportar.
               

martes, 3 de julio de 2012

There's a duck in the laguna

             
          ¿Cómo pude leer las estrellas tan mal? Esto no hubiera pasado si hubieras estado aquí, de eso estoy seguro. Ya son 4 meses. 4 fucking months. 4 meses y aún siquiera no he podido sino pensar en ti cada puto segundo del día. Seamos amigos dijiste. Pura mierda. Ni tú te tragaste eso. Claro, lo más fácil era terminarlo todo, hasta que llegó ese maricón te quedaste bien calladito. Muy bonito ¿eh? Hermoso. No sabes cuánto, hueón, no sabes cuánto… No tiene caso ya, te fuiste. Te busqué. No piensas volver. Ni siquiera te he visto conectado. Te odio y me da un miedo terrible hablarte. Ni siquiera sé de qué o por que debería hablarte. Ya de por sí, cuando te conocí, tenía problemas, y lo sabías. Lo sabías y eso es lo que más me emputece. Nunca fui el mejor pololo, lo tengo claro. Pero lo intenté. No lo creo que sepas, pero las crisis de personalidad no son lo más maravilloso que le puede pasar a alguien, menos a un tipo de 20 años con problemas de alcohol. No se pasa bien, tú nunca me viste en mis peores momentos. Por la cresta, n siquiera te golpeé alguna vez. No llegaste a ver los cortes que llegué a hacerme a mi casa, furioso porque necesitaba herir a alguien. No, no soy masoquista, pero puta que uno lo necesita.

           Ahora que lo pienso, realmente nunca diste de tu parte por ayudarme, o ayudarnos. No puedo comprar tu amor, tampoco es que quiera intentar. Sabes que estoy lejos de ser lo que tus padres esperaban, y yo el muy estúpido, imbécil, te creó todas esas sonrisitas que aún me hacen retorcer en la noche. Incluso te das la molestia de pasearte de la mano con ese tal Leonardo, a tus anchas. Ni que me importara El viento a estas horas se siente más fresco, más invernal. El pasto, un poco húmedo, es más cómodo que mi cama, y el sol crepuscular es mi abrigo; creo que podría estar aquí por un buen rato.

           A quién quiero engañar. Te extraño, te extraño más que la cresta ¿Por qué te tuviste que ir? Quise serlo todo por ti. Te amo hueón, te amo. Nunca lo entendiste, aunque siempre te lo dije, te lo demostré, estuve solo todo el tiempo. Si mi voz siempre fue como la de un león, ¿Cómo es que permití que la lograra dominar? Quiero gritarlo, tú sabes cómo soy de atarantado. Creo que contigo pase mis mayores momentos de sobriedad. No necesitaba nada más, solo darte lo mejor para que fueras feliz. ¿Recuerdas que te cantaba par que lograras dormir? Solías tomar mi mano y jurarme que siempre estarías conmigo. Ahora me doy cuenta cuánto valen tus promesas…



domingo, 10 de junio de 2012

Dear John...


               Me pregunto qué será de ti,  Juan Carlos…

               Hasta donde me han contado (pues tu apenas te comunicas conmigo, aunque no te culpo), te has sentido tan solitario como yo de desesperado. Claro está que ambos nos extrañamos, mas yo soy demasiado cobarde para decírtelo y u eres demasiado orgulloso para admitirlo. Me pregunto qué tanto aguantaremos, y si finalmente uno de los dos romperá este silencio tan ruidoso que solo nosotros podemos escuchar.

            Nosotros, solía amar tanto esa palabra, y ahora no me hace sino sufrir. Tu bien lo sabes, desde aquella fatídica tarde lo sabes muy bien. Y yo sé que a ti también te duele. Me gustaría aseverar, sin embargo, que piensas en mi tanto como yo en ti, aunque, según tus palabras, sería ridículo. Quisiera regresar el tiempo y haber pronunciado las palabras correctas, pero ambos somos humanos, y muchas veces cometemos errores que ni siquiera pensamos cometer. Me gusta pasear por la Universidad pisando las hojas, me gusta hacerlo a horas oscuras y frías, me gusta hacerlo oyendo las canciones que vieron nacer y crecer nuestro amor me gusta torturarme imaginando que estás a mi lado, que en cualquier momento me tomarás de la mano, dejando todo de lado y me abrazarás tan fuerte y cariñosamente como nuestro primer abrazo el 21 de febrero a eso de las 9 de la noche. Me gusta tratar de transformar en versos aquello que tuvimos y no poder, del dolor, del amor y el olvido.

               Me gusta tirarme en el pasto escuchando Coldplay (tu sabes que canción) imaginando que te acostaras a mi lado y me darás un tierno beso, haciendo que estos meses de angustia parezcan solo un rasguño en la mano. Me gusta perder el equilibrio y el tiempo y lo sabes. Sabes que soy un niño pequeño burlón y asustadizo. Sabes que te quise (y te quiero) por lo que eres, sabes que yo sé eso y que quise hacer lo posible por ayudarte a ser feliz. También sabes que fracasé miserablemente.

Sabes muchas cosas, pero me das la impresión de que las has olvidado. O es, al menos, lo que me quieres hacer creer. Lo que no sabes es que no puedo pensar en ti sin sonreír y llorar a la vez, y que últimamente te he necesitado más que siempre, y me ha costado bastante hacerle creer al mundo y a mi corazón que por dentro no me estoy cayendo a pedazos.  Tampoco creo que sepas que temo terriblemente que leas esto. Temo que lo leas y te enojes tanto conmigo que me mandes a la mierda para siempre. Temo que lo leas y te pueda dejar peor que ahora. Temo que leas esto y pienses que estoy jugando y por sobre todo temo que no hayas leído lo suficiente como para saber que temo todo esto. También temo que pienses que te he olvidado, pero créeme que ha sido lo último que he hecho, ni siquiera he tratado. Quizás ya superaste todo pero esto requiere tiempo, una herida no sana tan fácil, aunque tú creas que fuiste el más afectado. Yo también.

Te escribo estas palabras indeciso si quisiera que las leas o no, no puedo asegurar ya que es lo mejor. Yo solo quise poner una sonrisa en tu cara, y en tu corazón, y no me arrepiento de haberlo intentado. El tema es que me gustaría intentarlo una vez más. Quisiera decírtelo, en verdad, pero no me atrevo. No sé qué sensación te provoque a ti, quiero imaginarlo, pero no puedo pensar en una respuesta clara. ¿Qué me dices? Todos los días espero algo que no llegará solo. Como quisiera que fueras tu quien llenara el asiento del metro a mi lado, y no la soledad…

jueves, 7 de junio de 2012

Nothing I can twist about

There was again another shower, as I was starting to get sick of them. I mean, how can possibly be, at least, 5 showers in just one night? Actually, it was really pissing me off because the night seemed to be timeless. The hours just didn't want to go on, the bad was not as always; this time it looked to me as if didn't want to welcome me anymore. The whole place seemed to deny me. My eyes were literally hurting, as I started to hear an awful, creppy sound. Nothing I wasn't used to, just this time seemed more irritating than ever. I just wanted everyone to shut up and leave me alone. Is it too much to ask? Well, not for me. Whenever I'm far, I just want to stay there, and now more than ever, but within me I knew (and I still know) it is quite impossible, at least for now. In fact, I'm torn. I mean, I know I should be more thankful, but... how? I just get sofocated here, the whole seems at the same time to be boiling and inside I am freezing to death, because when you're not welcome, the ice is warmer than a cup of tea.
Anyway, I've just been thinking my life for a little while. Not that I'm want to commit suicide (not yet) but the idea of that I'm probably wasting my time is something that has been bothering me for a few days, I just sometimes think I'm letting the days go by without even trying to stop them, to catch or at least get a hold of one of them. But it is difficult, you know. Someone promised me he will stay, but he didn't. I was left alone. That's all.

martes, 5 de junio de 2012

I see a red door and I want to paint it BLACK

Yesterday I just realised a lot of things / things I didn't know / things probably I'll forget / but things that will be stuck in my heart foverer / Someone told me the truth will set me free / Actually the truth is what is causing me troubles / Nevermind, I know I'll break free / Somewhere I belong.

lunes, 4 de junio de 2012

Capítulo I: Sinceridad


Las sombras quedan y el tiempo continúa su curso a velocidad luz, dejando de lado a todo aquel que crea ganarle en la carrera de la fugacidad. Si fuera tan fácil como hacer un avión de papel, tal vez aún estarías aquí… pero ya no saco nada con culparme, tu presencia aún me acecha, y eso creo que lo tienes bastante claro, sé exactamente también lo que me dirías: Danny, vamos, es solo un proceso, y claro, lo es, pero ¿era necesario que me dejases solo?

Conservo aquellos manuscritos que nos unieron aquella tarde en la biblioteca, y tengo la esperanza de terminarlos, ¿esperanza?, divertida palabra, paradójico es que siga usándola, creo haber renunciado a ella hace un par de semanas, cuando me clavó un invernal cuchillo por la espalda, aquella traicionera sensación en la cual confié mi futuro, y que ahora me ha dejado sin lo más preciado para mí. No puedo, no puedo Ian, no puedo encontrar la razón de porque tuviste que marchar de mi lado, me parece que mal no le hicimos a nadie, pero más que la razón, lo que más me duele fue la forma, cómo se es capaz de arrebatarle algo tan esencial a alguien; mis noches se han vuelto terriblemente solitarias, mucho más de lo que eran antes de conocerte, creo que ahora podrías llegar a comprender cuán bien hiciste en mi vida, pequeño, aunque nunca me cansé de repetírtelo, incluso creo que te agobió tanta responsabilidad, recuerdo que una vez me hiciste saber tu temor a hacer algo que me quisiera alejar de ti. 

¡Irónico!, nunca lo quise si no al revés, en estos momentos más que nunca. La razón de mi cariño no podría expresarla ni siquiera Pitágoras, lo que me recuerda cuanto amabas las matemáticas, y tus adorables peleas con la profesora de matemáticas, pero quien te viera con un libro en tus manos, un nuevo universo por explorar, personajes que criticar o identificarte, y citarme tus párrafos favoritos en el parque de Las Tormentas, el primer lugar que presenció nuestras miradas encontrarse en forma inmediata y constante. El pedirte un lápiz no fue sino la excusa para poder mirar más de cerca esos camaleónicos ojos preciosos, de un azul suave en ese momento, que me transfirieron el deseo de volverte a ver, una vez más, fue todo lo que pedí, y mira cuanto logramos construir, pequeño, mira la tierra inmensa a mi alrededor, claro que, de seguro tú tienes un mundo entero ahora, pero te apuesto, bonito, a que no es ni la mitad de hermoso que el que poseo yo.

A días del año nuevo, cuanto desearía que estuvieras aquí, que para Navidad pudiera abrazarte y pensar que todo está bien, que nunca pasó nada, y que aquel disparo no fuera el desencadenante de mi sufrimiento e indiferencia. Tu regalo está guardado en la esquina derecha de tu cuarto, bajo la cama, sin saber que nunca llegará a ser usado, o abierto, o tocado siquiera, y mis lágrimas que caen sin colchón, golpeando la tierra como si quisieran que esta devolviese al causante de su caída. Ian, ¿es todo tan difícil para ti, como lo es para mí? No lo sé, no sé si lograré saberlo, lo desconozco, y ahora me declaro incompetente frente a tantas materias, no me atrevo a asegurar que te conocí tanto como llegué a pensar. Ian, dime por favor, ¿piensas en mí cuando el sol se ha ocultado?


(Continuará...)