Vestido
de terno y corbata, todo parecía la rutina habitual: trabajar, trabajar,
trabajar. El camino era diferente, y por
alguna razón me era familiar, pues solía recorrerlo durante mis días de niñez
caminando hacia el colegio, creo. El viento era casi nulo y aun así partículas
de polvo se levantaban del suelo y atacaban mi pantalón gris, cansado luego de
un arduo día laboral. El sol golpeaba arduamente, como un día cualquiera de
verano; realmente, Santiago parecía un desierto. Aunque no estaba mirando a mí alrededor,
sabía que había gente en los alrededores, tomando el metro o simplemente
vagando bajo un sol veraniego que prometía dolorosas quemaduras. Caminaba rumbo
a casa, pero sin pensar nada en especial. No es que la vida me pareciera sin
sentido, era que no había sentido en pensar bajo esas condiciones. Vaya.
Escucho
una voz familiar por detrás, un colega del trabajo burlándose de mi pues iba
caminando, y acto seguido, aflojándose la corbata, se subió a un bus que no vi
venir, y se posicionó en las escaleras, riéndose de lo que, según él, era la
escena más graciosa que había visto en su vida. Me tomo un par de segundos en
comprender lo que decía, pero no me causo alteración, ira ni angustia. No había
sentido en agitarse o afligirse bajo esas condiciones.
El
calor no parece afectarme. Miro hacia abajo y me doy cuenta de que mi ropa esta
toda empapada, pero yo por alguna razón estoy seco. Mi cerebro, sin embargo,
parece frito, pues no logro conectar ningún pensamiento con otro. Me adentro
bajo la sombra de algunos árboles que adornan la vereda, pero no siento alivio.
Entonces cierro los ojos y me dejo llevar. No hay sentido en preocuparse bajo
estas condiciones.
Estoy
en un bus, mi bolso se encuentra en uno de los compartimientos pero ya no llevo
ropa formal, sino casual, lo cual no me extraña en lo absoluto. Me siento al
lado de un atractivo muchacho que resulta ser mi novio y me hundo en su pecho,
mientras el acaricia mi cabello, mencionando algo sobre la forma en la que
huele. Puedo sentir un tono burlón en su voz, pero no me molesta, me siento a
gusto bajo su calor, aunque algo en mi interior me dice que no soy
correspondido. No es una ilusión, no es un capricho, pues no hay sentido en
dudar bajo estas condiciones.
Necesito
bajar, y decirles a mis padres que voy a la playa, pero no sé cómo, decirle la
verdad me aterra, y pensar en alguna otra excusa me lleva a mentiras que no
funcionaran. Solo tengo un par de minutos para llamar, mientras la angustia se
apodera de mí, mientras la realización de que soy el bufón de la relación me
golpea, mientras la preocupación por no haber relacionado todo esto antes me
atormenta, mientras la ira y pena por ser objeto de burla me llena, mientras el
poco y nada de sentido que tiene mi vida se los lleva la razón, mi razón. La
vida, la muerte, mi alma, mi dolor.
Pero…
ya no hay sentido en ocuparse de todo esto, bajo estas condiciones.
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